Historias de Bucarest

domingo, 20 de mayo de 2007

Alegria




A las once Óscar me espera en Piatsa Romana. El cielo nublado y mucho calor. Es sábado y se vota el cese de Basescu. Paseamos por la ciudad y visitamos algunos colegios electorales. El instituto Ion Luca Caragiale, donde estudia la gente bien, y uno en Rahova, el barrio más deprimido de Bucarest. Orden, modélico aburrimiento. Comemos en Terasa Florilor. Mici y carnati, y no está Mihaela. Una siesta tardía y después la llamada del periódico. Hay que escribir hoy. Los resultados, la estimación de voto. Las encuestas a pie de urna salen a las ocho, y he de tenerlo una hora más tarde. Algunos nervios, cierta agonía. No sé muy bien qué pasa si no se llega al cincuenta por ciento de participación, y no se llegará. Miro en internet sin encontrar nada. Llama Óscar. Hay partido del Dinamo. Celebran el título en Stefan Cel Mare. Quiero ir yo también. Me comprará la entrada y yo llegaré con el partido empezado, cuando acabe la crónica. Pero no habrá cómo. No llegaré a tiempo ni siquiera para la celebración. Óscar me ha de dar la entrada y he de comprar crédito para llamar al periódico: algunas dudas. Bajo a la calle vestido de cualquier manera. Corro por Magheru hasta el McDonalds, compro una tarjeta y Óscar me da la entrada. Vuelvo a casa, a toda prisa. De Madrid dicen que la crónica es corta. Queda sólo media hora y no me veo capaz de escribir más. Finalmente lo resuelvo. Y no cambia nada si no se llega a la mitad más uno de participación. Está bien, dicen. Hablo con Cristina, enviada de El País. Nos veremos en un cuarto de hora en Universitate. Hay algunos hombres celebrando la victoria de Basescu y en unos minutos irá el presidente. Salgo de casa, todavía algo sofocado. Sudado de las carreras por Magheru, agitado, satisfecho, sintiéndome parte de la historia. Corro hasta el Intercontinental. Ya ha llegado Basescu. Habla desde la tarima a un millar de seguidores entusiasmados, que enarbolan banderas de Rumania y de la UE. Canto con ellos: Basescu, Basescu. Jos Tariceanu, jos parlamentul. A la mente me viene aquella tarde de jueves, cuando fue suspendido. También en Universitate todavía de día. Con Constantin y Cosmin, euforia, e ilusión porque venía Corina. Al final no vino. Fue una noche triste, para un día emocionante. Hoy es también un día emocionante. La historia de Rumania, de una parte de la Europa unida que hemos conseguido. Yo he escrito sobre ello en un importante diario español. Estoy orgulloso. Emocionado. Sigo gritando por Basescu. La objetividad no está reñida con el apasionamiento, pienso. La honestidad es compatible con tomar partido. Basescu va vestido con la camisa a cuadros que llevaba el día de la Plaza de la Constitución. También estuvimos allí. Su calva brilla iluminada por la luz de una farola, justo en el kilómetro cero de la Rumania, en el lugar donde los estudiantes se manifestaron contra el neocomunismo canalla de Iliescu. Las banderas rumanas y europeas ondean junto a su cabeza. Saluda, dejando ver el anillo de casado. Parece un hombre pleno, feliz. El cielo está negrísimo y hace un calor húmedo, tropical. Gentes de todas las edades se sonríen cómplices, muchos vestidos de naranja. Basescu se despide y baja de la tarima. La policía detiene un instante el tráfico y Basescu cruza a la carrera el bulevar rodeado de sus guardaespaldas. La gente le jalea gritando su nombre. Una vez más atraviesa saludando a la multitud que se concentra al otro lado de la acera, camino de su vehículo. Frente al Teatro Nacional sus seguidores nos dispersamos, contentos, satisfechos.

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