Historias de Bucarest

lunes, 21 de mayo de 2007

Última tarde en Giulesti

El curso se acaba, y se acerca la hora de volver a España. Ha pasado la obsesión de quedarme de cualquier manera. La vida es muy larga y algún día regresaré a esta ciudad que tanto me gusta. Se acaba el curso, y con él las ligas de fútbol europeas. Para los estudiantes y los futboleros los años no se acaban el 31 de diciembre, sino el 30 de junio. Quedan dos jornadas para que termine el campeonato rumano, y el Rapid juega su último partido en Giulesti después de tres a puerta cerrada. Es viernes y amenaza tormenta. A las ocho es el partido, y salgo de casa un cuarto de hora antes. Cuando estoy esperando el ascensor el cielo empieza a descargar una violenta tromba de agua. Corro hasta la Iglesia Luterana, y subo al 178. Sigue lloviendo, cada vez con más intensidad. El autobús se llena en pocas paradas. Avanza muy lentamente debido a los atascos, y huele a humedad y sudor. Llego a Giulesti veinte minutos tarde.



Poco menos de media entrada. Media entrada contando las gradas abiertas, porque uno de los fondos lleva todo el año cerrado por riesgo de derrumbe. Las bocas de la Tribuna II, cubiertas por un cristal, están llenas de refugiados de la lluvia. Yo subo hasta la esquina, desde donde veo el campo, las vías, el puente y la ciudad anocheciendo. El Rapid gana cómodamente, y no se juega nada. La afición no tiene qué celebrar. El fútbol como ritual. Los potente iluminación de los focos permite ver con claridad la tupida cortina de agua que cae del cielo, de un azul eléctrico cada vez más cerrado. El Rapid marca el tercero y un niño gitano que pide cigarros salta agitando los brazos. La peluza canta mecánicamente. Piden a los jugadores que traigan la Copa a Giulesti.



El árbitro pita el final. Suena el himno y los jugadores saludan desde el centro. El público aplaude sin entusiasmo, con cierto cariño. El Rapid será cuarto. No ha conseguido ni siquiera un puesto para la Uefa, que sólo jugará si gana la Copa contra el Poli Timisoara. Pero en Giulesti el fútbol es todavía algo familiar. Como decía Poline, quizá no sean los mejores, pero son los nuestros.

1 comentarios:

Blogger Júlia ha dicho...

Me ha encantado tu blog. Lástima que el Rapid no juegue el próximo año la UEFA, pero desde que Hagi y Popescu colgaron las botas, el fútbol rumano ya no es lo que era. Pensaba que eran los rumanos quienes venían a España y no al revés. No quisiera caer en el mismo error de mis "amigos" nacionalistas, pero creo que tenemos una idea muy equivocada de Rumania y los rumanos. Blogs y webs como la tuya, pueden ayudar a cambiar los estereotipos. Ánimo y gracias por dirigirme a tu blog. Un saludo.

21 de mayo de 2007, 14:07  

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