Historias de Bucarest

lunes, 18 de junio de 2007

Apuntes

x Constantin hace de entrenador. Maxim y yo somos obedientes discípulos. Corremos en el parque Izvor, a los pies de la Casa del Pueblo, último y costoso delirio de aquella pareja enferma y criminal que fueron Nicolae y Elena Ceausescu. La respiración y los pasos se complementan rítmicamente. El asfalto arde y expulsa todo su calor contra el rostro. Empieza a llover en medio de un sol radiante. La fina lluvia refresca los cuerpos. Una guapa cicilista nos ofrece el espectáculo de sus pechos dos veces por vuelta. Mira y sonríe, tímida y satisfecha de captar la atención.

x En el centro de Magheru, una terraza privilegiada, a la sombra de los árboles. Exclusiva, aristocrática: sólo gitanos y prostitutas la frecuentan. Hay un cumpleaños y han puesto manele. Se oye por todo el bulevar. Bailan y cantan, pausado, sensual, como se baila el manele. Yo lo veo apoyado en una farola, mientras espero a Constantin y Maxim. La música se para y todos comienzan a cantar el Multi Ani Traiasca, el cumpleaños feliz rumano. Andreea, se llama. Sacan una tarta, Andreea sopla las velas, todos aplauden y vuelve el manele. Unos turistas ingleses miran sorprendidos mientras pasan, y una mendiga de la zona a quien han invitado a cerveza les increpa totalmente borracha. Poco más durará la euforia: la policía ha llegado y hay que quitar la música y bajar la voz. La vecina loca y amargada que le toca a cada vecindario.

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